Rescatado de una conversación con un exservidor público del entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México:
Me encontraba recién nombrado como Director de Gobierno por el entonces Jefe Delegacional, de una de las 16 Delegaciones de este Distrito Federal, era la primera vez que se elegían de forma democrática las autoridades Delegacionales, y el país ya tenía gobiernos de distintos colores partidarios, me tocó recibir el área de Gobierno de un funcionario priista, que entre molesto (porque habían perdido) y soberbio me dijo:
No debería de hacerlo, pero, te voy a contar una historia que te puede servir; cuenta la leyenda que en los años del PRI hegemónico, los altos funcionarios del gobierno le dejaban a su sucesor tres sobres cerrados y numerados del uno al tres, para ser abiertos de forma progresiva, iniciando con el número uno, ante cada situación de crisis, no importando si esta era política, administrativa o económica.
Ante la primera crisis en la gestión del funcionario, éste recurría a revisar el contenido del primer sobre que contenía una hoja que decía: “Échame a mí la culpa y comenta que necesitas tiempo para que vean los resultados”; con esa instrucción hacía de conocimiento a sus superiores, subalternos y en su caso a la ciudadanía que, las cosas iban mal por su antecesor, pero que enderezaría el barco, solo era cuestión de tiempo, y con ellos podía tener un poco de tranquilidad. Así, el funcionario al enfrentar su segunda crisis, no dudaba en recurrir al segundo sobre, en donde la directriz era: “Menciona que con las presentes estructuras nada puedes hacer y cámbialas”; así lo hacía y funcionaba, con ello había calma un tiempo más; poco después, en la tercera crisis, confiado pero temeroso —por ser el último— abre el tercer sobre, donde encuentra una nota de puño y letra de su antecesor, que decía: “Ve preparando tus tres sobres”.
Aquel funcionario priista concluyó y se despidió extendiendo su mano, y yo la estreché.
Al poco tiempo de haber asumido la Dirección, enfrenté mi primera crisis de gestión, entonces, abrí ese primer sobre imaginario que me había dejado, y tuve un tiempo de tranquilidad…